Fulanito Kukú. Libros de humor de verdad.
- José Antonio Clemente
- 25 feb
- 5 Min. de lectura

Hola de nuevo, este es un libro que tenía pendiente de escribir y que empecé hace dos días. Es un personaje especial que se inventó mi abuela cuando vivía en el pueblo, en Peñarroya Pueblo Nuebo. Yo le decía alguna payasada y ella me decía:
"Niño, te pareces a uno que yo me sé...pero no te lo digo"
Insistía para que me dijera algo y me contestaba:
"a Fulanito Kukú".....cosas de abuela.
Me hizo gracia y empecé por este capítulo. No es una novela thriller, es otra cosa. Dije que en el Criticador de fondo habría un poco de todo. Aquí hay una muestra.
FULANITO KUKÚ
Capítulo 1. Pedigrí.
Fulanito Kukú nació después de los dolores, más bien dicho, de la Dolores, que era su hermana gemela y nació dos minutos antes que él. Su madre se llamaba Angustias Vivas y su padre Venancio Kukú, de la saga de los Kukú de toda la vida.
Curioso era el nombre, Fulanito, pero también es fácil de adivinar porqué: Angustias quería llamarle Teodoro como el alcalde, muy influyente en todo lo que se hacía por las noches, pero Venancio quería llamarle Saturnino, en honor de Saturno, pero no por ser el Dios de la agricultura y la cosecha, simplemente le gustaba el nombre y ya está. Venancio no sabía ni que era un planeta, una vez lo escuchó y fue suficiente. Pues bien, entre Fulanito, Menganito y Zutanito, ganó el primero. Era sonoro y dulce de decir, sobre todo en el pueblo donde nació, donde lo más dulce que se había eran las bellotas con miel.
El pueblo que le vio crecer se llamaba Brutamonte de la Frontera. Localidad cerca de la mancha y lindando con Extremadura. No tenía muchos habitantes, no llegaba a tres mil individuos. Vivían de la agricultura y la ganadería, ovejas, vacas y cabras, aunque estos últimos eran las que más predominaban en la localidad, ya que muchas de ellas no se diferenciaban de sus habitantes.
Las expresiones como “¡ehhhhhh ¿ánde vas burraca?! Eran muy de ellos. Cuando algo les sorprendía decían: ¡La Virgen!... Eran muy completitos.
La vida de Fulanito Kukú, de los kukú de toda la vida...era muy sencilla entre los suyos, lo que no sabía, es que le esperaba una aventura digna de Indiana Jones, pero que no pasarían a la gran pantalla nunca. Entre otras cosas, porque no le dejaban ir al cine, mucho menos llegar a la pantalla, ni siquiera en primera fila.
La concepción de nuestro amigo también era digna de pasar a la historia por muchas razones...
Venancio conoció a Angustias en un momento que estaba angustiada, que era su condición indispensable. La madre de Angustias le puso ese nombre porque siempre la veía muy angustiada. Después, se dieron cuenta que su cara era de susto, pero el nombre ya estaba puesto.
El cura del pueblo, que era el más viejo del lugar, más que la puntilla del almanaque de pared, bautizó a Angustias, con ese nombre, cuando le mojó en la pila de la iglesia. En el momento álgido del sacramento, a Baldomero Primero, nombre del cura, le dio por estornudar. El estruendo fue monumental, aumentado por la sonoridad del recinto cristiano, y acompañado de unas gotas de yo qué sé o qué sé yo, que invadieron la cara de la pequeña.
Cabe decir, que su madre le iba a llamar Matilda, como ella, pero cuando recibió el sonido y lo que no era el sonido del cura, la bebé puso una cara que marcó toda su vida y el cambio de nombre.
De mayor, Angustias se convirtió en la burraca buena del lugar, a pesar de su cara, teniendo muchos pretendientes detrás de ella, Paco el Mochuelo, Manolo cabeza bolo, Sebastián el “sin prisas” y hasta Braulio, el boticario, cayeron prendidos a sus pies. Pero su corazón solo tenía un nombre, Venancio.
Ella escuchaba a todos sus pretendientes, cada uno ofrecía lo que tenía y lo que creía que tenía. Manolo cabeza bolo fue el primero en cortejarla. Llamó a la puerta de su casa y Matilda, la madre Angustias abrió al pipiolo...
—A los buenos días, venía a pedir la mano de su hija.
—¿A santo de qué? —preguntó Matilda.
—A santo de que estoy enamorao hasta las trancas y que es la zagala más bonita que he visto, después de una que vi en la tele.
—Pues deberías ir primero a conquistar a la de la tele.
—Bien pensado.
Así, Matilda se quitó de en medio a su futuro yerno. Manolo cabeza bolo marchó a Madrid con una gallina bajo el brazo como regalo a la que creía que sería su mujer. Llegó a radio televisión española y preguntó por ella. Le dijeron que estaba rodando una película en Hollywood y marchó hacia allá, pero esta es otra historia.
Después lo intentó Paco el mochuelo, llamado así porque giraba la cabeza como la niña del exorcista para no perderse nada. Estaba pendiente de todo lo que pasaba, como le enseñó su tío el alcalde. Era un hombre con recursos y un tractor, además de un olivar que heredó de su abuelo. El mochuelo llegó a hablar con Angustias, pero esta no le contestó. El buen hombre, se quedó, con la expresión de la mujer como negativa y se fue al olivar y se abrazó a un olivo. De ahí la expresión, “cada mochuelo a su olivo”.
El siguiente en intentar ganar el corazón de Angustias fue Sebastián el “sin prisas”. Llamado así porque no tenía prisa para nada. Trabajaba en un taller y reparaba coches, motos y tractores. Mejor que no se estropeara algo, porque podía estar en el taller meses hasta que te lo devolviera arreglado. Tampoco corrió para enamorar a Angustias. Un día, cuando la vio paseando le dijo:
—En pacá burraca te via jerí.
Como él decía: “ya he echado la semillita y caerá en mis brazos”. Y todavía está esperando...sin prisas.
Antes de Venancio, también lo intentó Braulio el boticario. Era un hombre con porvenir, una farmacia y el más educado de todos. También era repudiado por todo el pueblo. Hablaba pronunciando las palabras en perfecto castellano antiguo. Más cercano a Cyrano de Bergerac por su zalamería, también se parecía a este por su prominente nariz, en la cual descansaban las gafas de cerca, las de lejos y las de sol, todas juntas. Fue el pretendiente que estuvo más cerca de Angustias, al menos su nariz. Empezaron a pasear juntos por la plaza del pueblo y a ella se le veía feliz, incluso se desangustió un poquito, hasta que pasó lo que tenía que pasar. Un buen día Braulio estornudó porque era alérgico a las gramíneas, entonces, lo que salió de esa nariz hizo peligrar la integridad física de Angustias y de parte de los jubilados de alrededor. Ella se fue corriendo a su casa asustada. A Braulio se lo llevaron unos tipos vestidos con monos blancos y máscaras de oxígeno.
Por último y definitivo, apareció Venancio Kukú, de los kukú de toda la vida...
Venancio Kukú, de los kukú de toda la vida, también era un pieza difícil de digerir en la sociedad que vivimos. Con su boina calada y su palillo en los labios, era el prototipo de casi todas las cabras del lugar. Él tenía el corazón angustiado y cuando conoció a Angustias, se descongestionó quedando prendado de por vida. Era alto y grande, tan grande que decía que su nombre se escribía con le b grande, no con la chica. Era todo un ilustrado de la tecnología, siendo de los pocos en el pueblo, que tenía un smartphone y sabía mandar whatsapp... al menos eso decía. Una vez hizo falta una ambulancia para el Genaro, que le había comido un dedo una vaca, y le avisaron para que llamara a urgencias. Las líneas estaban colapsadas y se le ocurrió mandar un whatsapp. Empezó a teclear con esos dedos, que un Dios generoso le dio, y consiguió tirar un satélite. Quien sabe los códigos que habría escrito con esos chorizos...
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